Artículo
(Fecha: 03/08/2001)

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DEFICIT CERO, SALARIOS Y BUROCRACIA
Pablo T. Spiller
Catedrático Universidad de California, Berkeley, y Director LECG
Parte de la respuesta oficial a la actual crisis financiera ha sido la introducción de un ajuste salarial fuerte y de un intento serio de eliminación de los llamados ñoquis, empleados públicos sin ocupación real específica. Ambas reformas son importantes y están ligadas a la reconocida ineficiencia de la burocracia argentina. Sin embargo, a menos que se introduzcan reformas estructurales más importantes, tanto el ajuste salarial como el ‘desñoquiamiento‘ de la burocracia, serán solo medidas transitorias, las cuales serán revertidas una vez pasado el estado de crisis. Si bien la baja temporaria en la ocupación de ñoquis, aunque bien sea por un par de meses, es positiva, el reducir en 30% el gasto en empleados contratados puede tener costos muy elevados para la (pobre) eficiencia del estado, y debería ser considerada con mayor cautela.
Hay tres tipos de empleados públicos: los permanentes, los contratados y los ñoquis. Los últimos forman parte de la compensación indirecta que el estado otorga a los políticos (estos lo utilizan para apoyar a familiares, amigos y correligionarios, facilitando, por lo tanto, el funcionamiento de los partidos políticos). Es necesario, sin embargo, entender porqué la administración nacional tiende a contratar tantos empleados por fuera del sistema oficial de servicio civil. La respuesta está en la característica básica del sistema político argentino, basado en una alta rotación tanto del ejecutivo como de los legisladores. Cuando tanto legisladores como la administración rotan rápidamente, la burocracia permanente aprende a no tomar muy en serio las demandas (y ofertas de recompensas) sean de la administración como de los parlamentarios. La burocracia permanente, si bien lleva la historia colectiva de cada secretaría y conoce los arcanos procedimientos burocráticos, no tiene fuertes incentivos para resolver y ejecutar las políticas de la administración de turno. Frente a esa falta de credibilidad, toda nueva administración trae consigo un grupo de empleados (contratados) quienes conforman una burocracia paralela, llevando a cabo el trabajo que la administración no le puede confiar a la burocracia permanente. Sin embargo, es un riesgo y un error confundir a empleados contratados con ñoquis. Los empleados contratados llevan a cabo la política del estado. La eliminación de los empleados públicos con fuertes incentivos para llevar adelante la política del gobierno puede paralizar la administración nacional.

No existen estadísticas oficiales sobre el número total de contratados por la Nación. Estadísticas del CEDI indican que mismo en Secretarías bien manejadas, el número de contratados llega, y en varias supera, el 70% del total de empleados. Como contraste, en los EEUU el número de empleados contratados por el gobierno federal asciende apenas al 5% del total. Los empleados contratados tienen tres características de empleo importante vis-à-vis funcionarios permanentes: primero, reciben un salario promedio levemente mayor. Segundo, los salarios de la burocracia permanente (no, obviamente de los ñoquis) son ajustados frecuentemente con la entrada y salida de los contratados, por lo que sus salarios reflejan bastante bien la situación de mercado de cada empleado. Por otro lado, los salarios de los empleados permanentes se han disociado de la realidad del mercado, teniendo un movimiento ascendente continuo, a pesar de la baja en los ingresos de los empleados privados. Finalmente, los contratados tienen una mayor rotación, con un promedio de permanencia menor a cuatro años. Estos tres puntos sugieren que una quita del 30% del salario de los contratados (no ñoquis), puede conllevar, a pesar de la situación económica general, a la pérdida de un número importante de empleados productivos. Es entendible, por lo tanto, que las Secretarías estén renuentes a llevar a cabo tal reducción en las compensaciones. La directiva central requerirá, por lo tanto, de imaginación para inventar métodos no salariales de compensación - tickets de transporte, viáticos, reembolsos por gastos ficticios, y demás.
La falta de entendimiento popular de los privilegios que sostienen los empleados públicos (salarios nunca descendientes, seguridad laboral, bajo nivel de esfuerzo) y la habilidad de éstos de mover a la opinión pública llevó a la administración a poner énfasis en el lugar equivocado. En vez de buscar la eficiencia administrativa, se trató de limitar la resistencia política. El énfasis se debe poner en crear un servicio civil dinámico y eficiente. Ello implica eliminar la permanencia de empleo y llevar a niveles de mercado sus salarios. Tal cambio aumentará la motivación y la eficacia de la burocracia permanente, limitando los incentivos a traer contratados. Este tipo de servicio público en que los empleados no tienen seguridad de empleo es más acorde a la naturaleza institucional de la Argentina y debería implementarse en el mediano plazo.


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